Devocional 26 diciembre - George Swinnock

Acércate con Cristo

Hebreos 10:22 acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.

La segunda gracia que ha de estar presente al acercarnos a Dios es la fe. El temor mantiene el corazón reverente, y la fe lo hace estar alegre en el servicio de Dios. La fe es el instrumento para justificar tanto lo que hacemos como nuestras personas, porque mira y se agarra a Cristo, por cuyos méritos somos justificados. Dios tiene ojos demasiado puros como para mirar la iniquidad y son muchos los pecados de nuestros mejores servicios, por eso hemos de llevar todos nuestros sacrificios a nuestro sumo sacerdote, que eliminará la iniquidad de nuestras cosas santas y procurará su aceptación al Señor.

Cristo purga la escoria de nuestras obligaciones para que puedan ser agradables a Dios. Entre los molosianos, había una ley sagrada acerca de que cualquiera que acudiera al rey con su hijo en brazos debía ser perdonado, sin importar la ofensa de la que fuera culpable. Por tanto, el general ateniense, cuando fue desterrado de su país, huyó acudiendo a Admeto, rey de los molosianos y enemigo acérrimo, y se postró delante de él con su hijo en brazos.

Con Cristo, ¡no hay temor a ser rechazados!. Cristo nos convierte en amigos de Dios. Sea lo que sea lo que hagamos, sea lo que sea por lo que ores, lo que escuches, cantes o leas, hazlo todo en el nombre de Cristo (Colosenses 3:17). ¡La admisión en la presencia de Dios es Cristo! (Juan 14:6). Es su sangre la que compró para ti ese gran privilegio. 

Solamente Él ha convertido el trono de justicia en un trono de gracia. Cuando te acercas a Dios, Él sería fuego consumidor y no un Padre para abrazarte si no fuera por su Hijo. La fe en Cristo agrada el corazón de Dios. Por tanto, ¡cuando acudas a Dios, asegúrate de llevar a Cristo contigo! Que tus oraciones sean en su nombre, con un ojo puesto en su promesa (Juan 14:13).