Lamentaciones 3 - Ps. Jose Guerrero

EL SUFRIMIENTO Y LA ESPERANZA.


Lam 3:21-23  Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré. Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. 

El tercer poema, en comparación con los otros dos, tiene cambios muy importantes. En este lamento el poeta cambia la perspectiva de la narración y personifica a la nación. Deplora la tragedia que le ha sobrevenido. Encuentra alguna consolación en la seguridad del favor divino y la misericordia para con los que buscan a Dios.

El poema empieza con: "Yo soy el hombre que ha visto aflicción". La fuente de la aflicción era el látigo de su indignación. El poeta mismo había experimentado lo peor del juicio de Dios. Este hecho hace que sean mucho más significativas las expresiones de confianza más adelante. (vv. 1-3 )

La evidencia del látigo de la ira del Señor era el estado físico del pueblo. “Dios ha consumido mi carne y mi piel” (v. 4). Este pasaje expresa claramente la aflicción que había sobrevenido a la nación. Habla de la tragedia como amargura (v. 5).  En término figurativo pasó a describir una experiencia altamente desagradable. El pueblo podía decir: "Soy como los muertos" (v. 6).

El encerrar prisioneros en espacios muy estrechos de modo que murieran rápidamente era una forma de tortura popular en ese tiempo. Las cadenas habrían sido de bronce y pesadas. La prisión era tan estrecha que aun las oraciones no podían subir al trono de Dios (vv. 7-8). Las circunstancias que condujeron al pueblo a estar preso, fueron producidas por los mismos presos.

“Dios ha bloqueado mis caminos con piedras labradas; ha torcido mis senderos que me conducen a la destrucción en vez de al auxilio” (v. 9). El encierro forzado, era desagradable y terrible para un pueblo que vivía en libertad.

El poeta presenta a Dios como un animal salvaje, un oso o un león, acechando a su presa, lista para destrozar lo que cruzara en su sendero. Ya la nación habla sido despedazada por los enemigos malvados, que actuaban bajo autoridad divina (vv. 10-11).

En los vv. 12-13 Dios se representa como un soldado enemigo o experto cazador, tirando flechas mortíferas a su víctima. “Ha entesado su arco para tirar al blanco", sobre órganos vulnerables como los riñones o entrañas”. Los riñones representaban uno de los puntos vitales de los animales y de los seres humanos.

En el v. 14 la referencia del poeta a sí mismo como un hazmerreír, refleja la experiencia de Jeremías. El pueblo cantaba canciones que le hacían burla (Jer. 20:7). Mientras Jeremías era objeto de burla de sus conciudadanos, Jerusalén había llegado a ser el hazmerreír de todos sus enemigos

La única comida que tenían era yerbas amargas, ajenjo y cascajo (vv. 15-16). En cuanto a Judá, los dientes habían sido quebrados y molidos puesto que Dios le ha dado de comer piedras a su pueblo para castigar su idolatría.

El v. 17 puede traducirse: “Me has privado de la salud, me he olvidado de la felicidad”. Tan amarga era la angustia y tan opresivo el sufrimiento que el poeta no podía echarlo de sus pensamientos. No es de sorprenderse que termine lamentando la pérdida de su fuerza, junto con todo lo que había esperado del Señor. El poeta examina profunda y largamente el sufrimiento, y se da cuenta de que el sufrimiento no significaba que Dios los había desamparado (v. 18).

Las circunstancias no habían cambiado. El pueblo de Dios todavía estaba afligido y desamparado. Probó el ajenjo y la amargura. El poeta implora a Dios: "Acuérdate" (v. 19). Todo lo que había sucedido no podía olvidarse. Además, el alma había perdido el ánimo, las fuerzas y el vigor (v. 20).

El v. 21, el poeta afirma que las aflicciones conducen a la esperanza, en la misericordia de Dios. Sea lo que fuera, el poeta, mira al futuro con esperanza, a pesar de la realidad del momento. Reconoce que Dios es el que sostiene la vida.

Este es uno de los conceptos mas contundentes del AT. El amor constante del Señor que nunca termina, y nunca se agota. Para cada día la bondad y compasión de Dios se renuevan. Nunca se agota la fuente de esperanza para el que sufre. Por eso, el poeta puede cantar "Grande es tu fidelidad". El Señor cumple con exactitud sus promesas. Es constante en su amor (v. 23).

El poeta acaba de hacer una de las declaraciones más sublimes acerca del amor constante y las misericordias de Dios. Aunque el sufrimiento había llegado al máximo, desde su alma afirma “Mi única porción verdadera se encuentra en Dios. No puedo hacer nada mejor. En verdad, ninguna otra cosa puedo hacer salvo esperar en él” (v. 24).

El Señor es bueno. El que busca a Dios y espera en Él, puede confiar en su bondad. Por esto, es bueno esperar la liberación que es solo es de Él y proviene solamente de él (vv. 25-26). Puesto que Dios es la porción de Judá, cualquier esperanza de restauración tiene que fundamentarse firmemente en él.

El poeta medita en la realidad del amor y cuidado del Señor, pero nunca puede escapar de la realidad de la tragedia en derredor. La referencia a llevar el yugo (v. 27) refleja las enseñanzas sabias de Dios. Llevar el yugo incluye estar asentado solo en silencio, poner la boca en el polvo y dar la mejilla al que le golpea.

Cada acto tenía su significado y su razón de ser. Dios lo requería. El colocar la boca en el polvo era la manera típica de expresar o demandar la sumisión total. Al ofrecer la mejilla el cautivo señalaba su rendición absoluta (vv. 28–30).

En los vv. 31–33 el poeta alcanza una de las cumbres de su entendimiento de Dios. El castigo del pueblo de Dios no iba a durar para siempre. Había esperanza. El Señor tiene compasión de los que él aflige. Su amor constante abunda. La misericordia divina es de carácter restaurativo. Por esto, los sufrimientos iban a pasar. Dios castiga a sus hijos porque habían pecado contra él, no porque se deleita en hacerlo.

El poeta prosigue en los vv. 34-36 en su entendimiento de Dios. La justicia de Dios se ilustra al hacer referencia a la dignidad humana y los derechos de cada persona bajo la ley. Dios no aprueba el abuso de los presos. Es incierto quiénes eran los encarcelados de los cuales escribía el poeta.

La idea de Dios como el árbitro supremo de los asuntos humanos era un elemento importante en la enseñanza de los profetas del AT. Nada puede suceder, sin que Dios lo sepa. Por esto, uno debe soportar toda situación con paciencia, confiando en las misericordias de Dios para traer bien del mal (Ro. 8:28). Cuando el pecador recibe castigo por su maldad, no tiene que quejarse de su castigo (vv. 37–39).

El poeta llama a un autoexamen de conciencia. Es una invitación a escudriñar la vida espiritual y volver en arrepentimiento a Dios. Insta al pueblo: “Alcemos nuestro corazón en las manos hacia Dios”. (v. 40)

Seguidamente sugiere una oración para el pueblo arrepentido. Como resultado de las transgresiones y rebeliones, el Señor los había castigado (vv. 40–42).

En el v. 43 la ira, es la ira justa de Dios que castiga al pecador endurecido. El pueblo pecador no puede escapar de la sentencia. El Dios santo, que mora entre nubes de luz, cierra sus oídos para no escuchar la oración de un pueblo pecaminoso. El pueblo mismo reconoció que era como desecho y basura … en medio de los pueblos.

La tragedia es que Judá, que se había jactado durante tanto tiempo de ser la escogida de Dios, ahora estaba destruida, en exilio y sufriendo. Ahora era rechazada como inservible (v. 45). El reconocer que el pecado y sus consecuencias habían ocasionado el derramamiento continuo de lágrimas (vv. 46–48).

La mención de “los cielos” (v. 50) da énfasis al espacio que separa a Dios del ser humano y a única manera de cruzar esa línea, a través de a confesión del pecado. Los horrores del sitiado y la destrucción nunca habían dejado de estar en el pensamiento del poeta (v. 51).

Al leer los vv. 52–54 el poeta sigue personificando la nación perseguida por los enemigos llenos de odio. La habían perseguido como cazadores detrás de un pájaro apreciado.

Cuando habla de la vida atada a una cisterna significa que la nación estaba en el fondo; enterrada. Un montón de piedras se habían levantado sobre ella, para señalar el lugar del entierro.

Era desde el fondo de la cisterna de aflicción que invocó el nombre de Dios. En el v. 56 prácticamente grita "Mi voz has oído". La oración fue contestada.

El v. 57 muestra la respuesta característica de Dios quien responde a la necesidad de sus hijos aun mientras le están suplicando (Isa. 58:9). La oración fue contestada con una de las declaraciones más alentadoras de toda la Biblia: ¡No temas!

Dios actúa como el pariente cercano, su redentor, quien vino al auxilio de su pueblo esclavizado en pecado y lo rescató. A pesar de darse cuenta de que la nación había sufrido debido a su pecado, el poeta persiste  en que alguna injusticia se había hecho y se abandona en la misericordia del Juez, esperando escuchar un fallo justo y equilibrado.

Es típico del AT, que se pida a Dios la maldición sobre los enemigos. Una manera podía ser: “Señor, no me abandones. No me pases por alto. Defiende mi caso. Arregla la cuenta con mis enemigos. Dales el pago que merecen. Dales la retribución por lo que me han hecho”.

En el v. 65 el poeta pide a Dios un corazón endurecido para sus enemigos. Una falta de sensibilidad de la mente. El poeta termina mostrando más preocupación por el castigo de los enemigos de la nación, que por la renovación del sufrimiento.

Los padres disciplinan a sus hijos para formar en ellos una buena conducta. Dios disciplinó a Israel para formar una vida y una adoración correcta. No debemos quejarnos de la disciplina sino aprender de ella, confiando en Dios y estando dispuestos a cambiar. Debemos permitir que la corrección de Dios haga surgir en nuestra vida la clase de conducta que a Él le agrada.

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