Devocional 26 noviembre - Ps Luis Cano
Mi Salvador intercede por mí
Estas cosas habló Jesús, y levantando
los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para
que también tu Hijo te glorifique a ti (Juan 17:1).
Señor, esta oración tuya, es de los
pasajes más sorprendentes de toda la Escritura, al menos eso me parece a mí
cada vez que me detengo a meditar en ella.
Primero, por el hecho en sí de que
oraras. Considerando el hecho de que tú fueras de la misma naturaleza del Padre
ahora estabas en una posición de sumisión y dependencia de él, dejaste tu
gloria por causa de nuestros pecados, por mí. Desnudarte de tu gloria para
rescatarme.
Pero nunca perdiste la comunión con él.
Las referencias a tus oraciones, a tu tiempo a solas me indican cuanto más yo
necesito encontrar ese tiempo igual.
Tú pudiste demandar la devolución (Jn.
17:5) de tu gloria y grandeza porque cumpliste fielmente cada demanda del
Padre. Esto me recuerda ahora una vez más que tú lo hiciste todo bien, no hay
necesidad de nada más en mi salvación. En tus manos pues estoy seguro (Jn.
17:6).
Pasas, unes tu oración por ti, a
interceder por mí y lo haces incluso con ruegos (Jn. 17:9) ¿Cómo podría dudar
sobre mi salvación si te tengo a ti pidiendo por mí al Padre que todo lo
concede?
Yo, rescatado de mi merecida condena
como todos los demás, soy instrumento para tu propia gloria (Jn. 17:10). Es
decir, que la mayor muestra de grandeza, poder, hermosura y amor del Padre
estaba en tu obra de entrega, muerte y resurrección por mí.
Comentarios
Publicar un comentario