Jeremías 44 - Pastor Jose Guerrero

Rebelión contra Dios

Jeremías 44:16  La palabra que nos has hablado en nombre de Jehová, no la oiremos de ti; 

Seguramente habían pasado varios años entre el cap. 43 y el 44. Los judíos habían crecido y estaban involucrados en la religión egipcia. Los mensajes de Jeremías que se encuentran en este capítulo son los últimos que pronunciaba en orden cronológico, porque se cree que murió o fue asesinado en Egipto.

Tradicionalmente se cree que fue  muerto por los mismos judíos con quienes vivía y a los cuales todavía traía los mensajes del Señor. Este capítulo muestra la vida pecaminosa y desviada de este remanente que habían huido de Judea a Egipto, se habían olvidado de Dios y adoptado la vida pagana del país.

Desde los vv. 1–14 el profeta dirige un mensaje a los judíos en Egipto. Este mensaje de Dios era para todas los judíos, sin importar la ciudad en donde estaban. En el v. 9  se usa el nombre Jehová de los Ejércitos, Dios de Israel. Jeremías no había usado estos nombres de Dios cuando daba su mensaje al pueblo, pero en este momento con el pueblo apóstata en Egipto, era importante enfatizar que Dios es Todopoderoso, es Jehová de los Ejércitos, y es Dios de Israel, aun en este grupo que le había rechazado.

El profeta empezó con un breve repaso de la historia del pueblo y su idolatría (vv. 1–6). Mencionó la condición de Jerusalén y Judá que estaban en ruinas como resultado de las maldades que habían cometido. Después de haber mencionado las maldades del pueblo en los vv. 2; 3; 5; 7 lo resume en el v. 9, donde cinco veces usa la palabra maldades.

Después de varias preguntas, el profeta afirma que a pesar de todas sus maldades y la destrucción que había venido sobre ellos, no habían aprendido nada. Responde a sus preguntas con tres negativos: No se han humillado, no han tenido temor, ni han caminado en mi ley ni en mis estatutos (v. 10), y con estas palabras da el golpe final de su acusación.

No había duda de que el pueblo había pecado por muchos años, tanto en Judá como entre este grupo de desterrados en Egipto. (v. 11) Es interesante que el profeta mencione que algunos escaparían (v. 14), pero ellos no son el remanente. Los judíos que desobedecieron a Dios y fueron a Egipto contra su voluntad, no van a participar en la esperanza del futuro del pueblo de Dios en Judá.

Desde los vv. 15–19 se muestra al pueblo desafiando a Dios. El pueblo no iba a dar un paso atrás, rechazaron totalmente el mensaje al responder: “La palabra que nos has hablado en nombre de Jehová, no te la escucharemos” (v. 16). Era una declaración abierta de que ellos habían rechazado por totalidad no solamente el mensaje y la voluntad de Dios, sino a Dios mismo. ¡Consideraban su propia voz más importante que la voz de Dios (v. 17). En el v. 19 las mujeres mismas se identifican como las líderes del culto  a la reina del cielo, con el conocimiento de sus maridos. Ellos afirmaron que les gustaba la relación con la Reina del Cielo.

Esta reina del cielo era Ishtar, una diosa de mucha importancia en el panteón babilónico, diosa de la fertilidad y la vida, y por eso tan atractiva a las personas de distintas naciones. Creían que ella traía bendiciones al pueblo como el nacimiento de niños y la provisión de salud y bienestar. Tal vez por su aceptación en tantas culturas le fue dado el nombre de la Reina del Cielo.

El culto a Ishtar fue iniciado por las mujeres en sus hogares donde tenían un altar y allí ofrecían libaciones y comida a la diosa. Era un culto familiar, en el cual las mujeres tenían la responsabilidad no solamente de preparar las tortas, hechas a la imagen de la diosa, sino de hacer las libaciones a la diosa incluyendo las tortas hechas por ellas. Después comían las tortas en la familia.

En los vv. 20-30 el Señor reprende y castiga al pueblo por esta provocación. La razón de no recibir las bendiciones del Señor era porque no le habían obedecido aunque él les había buscado por medio de sus siervos los profetas. Su adoración de la Reina del Cielo y la determinación de seguir haciéndolo traerían su destrucción final.

El profeta les acusa y en el v. 23 menciona tres maneras en que habían pecado: habían quemado incienso a la diosa, habían pecado contra Jehová, y no habían andado en su ley, estatutos y testimonios. En el v. 26 Dios proclama que puesto que habían escogido la adoración de la Reina del Cielo en lugar de adorarle a él, ya no iban a poder invocar su nombre en todo el territorio.

En el v. 27 Dios iba a dar su juicio final al pueblo. Su veredicto final es: “… yo vigilo sobre ellos para mal, y no para bien”. El capítulo termina con una señal dada por Jehová de la seguridad de su castigo tal como se había indicado. La señal es la entrega del faraón Hofra, quien reinaba en Egipto desde 589–470 a. de J.C., en manos de su enemigo, comparándolo con la entrega de Sedequías en manos de Nabucodonosor.

En este capítulo se ve un resumen del mensaje central de Jeremías durante su largo ministerio: no hay que abandonar a Jehová. Hay que escucharle, hay que amarle, hay que seguirle, hay que obedecerle. Esta es la única forma de estar seguros de un futuro de bendición. Resalta el hecho de que son ellos mismos los que han desafiado al Señor y habían traído este gran mal sobre toda la comunidad.

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