Jeremias 41 - Ps Jose Guerrero

 Conspiración contra Sedequías

Jeremías 41:2  Y se levantó Ismael hijo de Netanías y los diez hombres que con él estaban, e hirieron a espada a Gedalías hijo de Ahicam, hijo de Safán, matando así a aquel a quien el rey de Babilonia había puesto para gobernar la tierra. 

Este capítulo continua con la descripción de la situación en Judá después de la caída de Jerusalén y la anarquía que ocurrió entre el pueblo que quedó en la tierra. Gedalías el gobernador asignado por babilonia no escuchó las palabras de su general Johanán contra  Ismael, quien preparó un atentado contra su vida.  

Aunque Gedalías tenía razón en dudar de Johanán como se relata en su rebelión contra la palabra de Jeremías en el cap. 43, su ingenuidad en cuanto a Ismael era una equivocación que le costó la vida. Ismael fue con 10 de sus soldados a Mizpa y comieron juntos con Gedalías.

Después de la comida, Ismael mató a Gedalías y con su séquito mataron a todos los judíos que estaban con él, y a los soldados caldeos que Nabucodonosor había dejado como guardia. Esto iba a traer consecuencias funestas para el remanente que quedaba en Judá.

Jeremías siempre aconsejó no resistir a las tropas invasoras (cap. 27) y en su carta a los exiliados en Babilonia insistía en que no debían oponerse a sus conquistadores, más bien debían orar por ellos, “porque en su bienestar tendréis vosotros bienestar” (29:7). Esto trató de hacer también el pueblo dejado en Judá.

En este capítulo se describe el caos que vino después de esta tragedia. Esta acción  de la matanza llegó a ser uno de los días de ayuno de los judíos.

En los vv. 3–10. Una vez empezada su matanza, parece que solamente le daba a Ismael más deseo de terminar con todo el mundo que tenía interés en colaborar con el gobierno encabezado por Gedalías.

En un evento que posiblemente demostraba la esperanza que el liderazgo de Gedalías había engendrado en otras partes del territorio, 80 hombres llegaron de los centros de culto del norte, de Siquem, de Silo y de Samaria, con ofrendas para la casa de Jehová.(v. 5)  En la separación de los dos reinos se había prohibido que los israelíes del norte fueran al templo en Jerusalén, y ahora estos peregrinos llegan con sus barbas rapadas, sus ropas rasgadas y sus cuerpos arañados, todas señales de penitencia y duelo. Además traían sus ofrendas para el templo.

Seguramente su lamentación fue por la destrucción del templo y buscaban dar sus ofrendas en un posible altar que quedaba. Tal vez, después de tantos años de separación de los dos reinos, ellos habían visto en su dolor por la pérdida del tempo la posibilidad de un solo pueblo adorando a Jehová juntos de nuevo.

Ismael salió a su encuentro llorando (v. 6), fingiendo dolor para que ellos pensaran que él también lloraba por la destrucción de Jerusalén. Sus palabras: Venid a Gedalías, hijo de Ajicam demuestra la dureza de su corazón y la crueldad de su plan (v. 6-7). Al seguirle y llegar al centro de la ciudad él y los hombres que le acompañaron degollaron a 70 del grupo, echando sus cuerpos en la gran cisterna que había hecho Asa.

Diez de los hombres pudieron salir con vida cuando le dijeron que tenía grandes cantidades de trigo, cebada, aceite y miel escondidos (v. 8). Después tomó como prisioneros a todas las personas que quedaban en Mizpa que podían tener relación con Gedalías o los babilonios. Les llevó hacia Amón, el país que había patrocinado tales hechos.

Al oír de la matanza, Johanán y los soldados que estaban con él fueron al encuentro de Ismael y le encontraron cerca del estanque en Gabaón (v. 12). Al ver los acompañantes de Ismael a Johanán se pasaron al grupo de este.  Ismael escapó con solo ocho hombres y fue al territorio de los amonitas (v. 15). Johanán, regresó camino hacia Egipto con todas estas personas que le habían seguido (v. 17).

Temían volver a Mizpa por la matanza de Gedalías y la ira de los babilonios que seguramente vendrían sobre cualquier persona allá.  Egipto estaba en otra dirección que Babilonia. Tal vez podrían vivir en paz en aquel país, fuera de todo el horror que habían experimentado. 

El tiempo siempre va a comprobar cuán equivocados estamos cuando no es el tiempo o momento de Dios. Sino es el plan de Dios, vamos a sufrir las consecuencias funestas de nuestras decisiones. 

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