1 Cor. 10.23-33 - Ps. Jose Guerrero

Todo para la Gloria a Dios.

1Cor. 10:31  Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios

El tratado de Pablo sobre el comer carne sacrificada a los ídolos iba llegando a su fin. Se percibe la idea de que el Apóstol se detiene a leer lo expresado hasta ese momento. Y cambia su tono, en lugar de abordar los peligros de los creyentes, empieza a enfocar los problemas de otros.

Vuelca su interés en que los corintios piensen en el bienestar de otros y la influencia que sobre ellos tenían sus actos. Ahora el Apóstol deja de hablar de las fiestas y comidas en templos paganos. Ahora habla de la presencia de los creyentes en hogares de otros creyentes.

En el v. 23 se repite un refrán usado por los libertinos. Estos creían que su “autosuficiencia” les daba la libertad de participar en actos relacionado con la idolatría, porque “total, los ídolos no son nada”. Pablo les recuerda a los corintios que su libertad siendo válida, según ellos pensaban, en nada les edificaba. No edificaba ni a los creyentes, ni a los que conviven con ellos, menos al cuerpo de Cristo.

Con las palabras del v. 24 se remarca el principio dicho respecto al comer carne sacrificada a los ídolos (8:7). Este principio aboga por el bienestar del prójimo. La libertad de la fe cristiana de la que los libertinos tanto presumían, no debía verse de manera egoísta, sino que debía usarse de manera desprendida. Así era Cristo; así debían ser sus seguidores.

En los vv. 25-26 se usa  la palabra carnicería para describir el lugar que se dedicaba a la venta de carne, pescado, pan y frutas. Estas se encontraban cerca de los templos paganos. Como los animales sacrificados a los ídolos no eran consumidos del todo en los ritos, la carne restante se vendía en las carnicerías del pueblo. Durante los días de Pablo prácticamente toda la carne disponible provenía de esas carnicerías.

El Apóstol aconsejaba a los corintios que la compra de este tipo de carne, no debía presentar problemas en sus conciencias. La libertad cristiana respecto a estas cosas, la compara con las reglas impuestas a los judíos. Al comprar carne, el judío preguntaba si el animal había sido preparado por un judío. También preguntaba si el animal había sido sacrificado para un ídolo. En contraste, el Apóstol afirma que el cristiano puede comer de la carne comprada sin problema de conciencia.

Es notoria que la mayoría de los de Corinto eran incrédulos. Eran pocos los cristianos en la ciudad y ellos no se alejarían de sus vecinos. Por tal razón el Apóstol recomienda que los creyentes aceptaran invitaciones de parte de sus vecinos para comer con ellos. No había que preguntar siquiera respecto al origen de los alimentos servidos.

En los vv. 28-29 no se emplea la palabra “ídolo” sino “templo”, haciendo referencia al lugar en Corinto, donde se rendía culto a dioses paganos. El que el anfitrión comente el origen de los alimentos a un creyente implica que aquél está enterado del sentir cristiano respecto a los ídolos. Por eso el Apóstol recomienda que el cristiano desista de comer lo servido.

Además, si otro creyente “más débil” estuviera presente, puede que este se sienta ofendido por el acto aludido. No es que la conciencia del invitado esté involucrada sino la de otro creyente. Lo que se destaca es que la libertad cristiana sólo se limita ante las demandas del amor cristiano y su sensibilidad ante la conciencia de otro.

Durante la persecución de los judíos por Antíoco IV, una de las pruebas de su fe era que se les exigía que comieran alimentos prohibidos. Si el comer de estos alimentos representaba una apostasía pública, entonces el fiel se negaba a obedecer. Los creyentes cristianos a menudo se encontraban en condiciones semejantes durante la persecución del imperio romano.

Con la frase del v. 31, Pablo iba terminando sus consejos respecto a la pregunta de los alimentos que trajeron conflictos en la iglesia primitiva. Parece raro tanto interés, pero el Apóstol expondría algunos principios importantes. Pablo enfatiza que  la gloria de Dios debe ser el interés primordial en la mente del creyente.

No se le glorifica si uno participa en fiestas idolátricas; tampoco si se ofende al hermano débil. La libertad cristiana es un don de Dios y se debe defender su ejercicio no permitiendo que los caprichos de otros la reduzcan. Sólo el amor para con la conciencia del más débil en la fe debe ocasionar la limitación de la libertad cristiana.

Se sabe que los judíos tenían leyes muy estrictas respecto al comer. Los gentiles tenían pocas leyes restrictivas en cuanto a la comida; su problema era la glotonería. Pablo hace énfasis a este tema, en este contexto, porque nombra a los judíos y los gentiles juntos. Lo que no hace repetidamente es mencionar la iglesia. El Apóstol llama a los corintios para que sean cautelosos y permitan las relaciones con todos.

Como creyentes no debemos hacer algo que afecte a la iglesia. Es importante como iglesia mantener un  testimonio ante la comunidad. Sin un testimonio intachable la iglesia de Dios perderá la posibilidad de llamar a otros al evangelio.


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