Jeremias 31 - Ps. Jose Guerrero

El amor eterno de Dios


Jeremías 31:33  Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón;e y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. 

Este capítulo continúa con el mensaje del amor de Dios por su pueblo. Contiene ocho promesas que Dios hace al pueblo para asegurarle que puede regresar a su tierra y empezar su vida de nuevo, con su protección y guía. La consolación para el pueblo se encuentra en el amor eterno de Jehová.

En los vv. 1–6 se muestra la bondad de Dios que desde el exilio iba a formar a su pueblo de nuevo. En esta nueva relación el pueblo iba a ser obediente a su voz y abierto a su gobierno. Jehová les iba a guiar, bendecir, sostener, e iba a durar. El profeta relacionó la vida del pueblo durante el éxodo de Egipto,  con la vida en el exilio en babilonia. La misma protección de Dios que se había visto en el desierto de Egipto y Arabia iba a proteger a su pueblo ahora en el exilio en Babilonia y en su regreso a Judá. Ellos también hallarían gracia en su necesidad.

Pero Dios da otra expresión a su amor: su amor eterno, es el amor expresado en el pacto, el amor que no tiene fin. Es el amor que continua aun con el rechazo y el abandono del amado. (Oseas 11:1–11). A pesar de los mensajes de juicio y de castigo que se han visto en los capítulos anteriores, esta es la expresión del amor de Dios. Aquí se ve lo más profundo de su amor que brota del corazón de Jehová para dar una nueva oportunidad para su pueblo.

La apostasía y el adulterio del pasado con que se caracterizaba a Israel ya no se mencionan, sino que llama al pueblo de nuevo virgen de Israel (v. 4). Es un día nuevo, todo el resultado del amor eterno del Señor. En el v. 5 se habla del futuro de las viñas: de nuevo plantarán viñas y estas producirán. Habrá el fruto de la tierra para el sostenimiento de la vida.

La mención de Samaria en el v. 5 y de Efraín en el v. 6 son indicaciones de que el plan de Dios es para el retorno de los desterrados de las dos naciones, el Reino del Norte y el Reino del Sur, no solamente Judá como se ha mencionado en el cap. 30.

En los vv. 7–14 se presenta un cuadro gozoso de la restauración prometida. Es un momento de júbilo. La nación que había sido destruida ya es reconocida como la cabeza de las naciones. Vienen cantando: ¡Oh Jehová, salva a tu pueblo, el remanente de Israel! (v. 7). Dios responde a su grito para la salvación trayéndoles desde el exilio y de cualquier lugar de su destierro.

Dios recoge a todos para volverse a su tierra: los débiles, los cojos, los ciegos, la mujer encinta y la que da a luz. Vienen con llantos y con dolor, y Jehová responde; reconociendo su debilidad les da su consuelo y su cuidado. Es por su misericordia, su amor eterno, que regresan. Los que habían sido desechados y descuidados en las naciones donde habían estado son recibidos con amor y protección.

En los vv. 10–12 Dios se dirige a las naciones a las cuales su pueblo ha sido desterrado. Les manda que proclamen estas buenas nuevas a los lugares más distantes. El que ha dispersado a Israel ahora va a reunirlo y traerlo de nuevo a su tierra, cuidándolo y guiándolo como el pastor a su rebaño. Es el Señor que ha redimido a Israel, rescatándole de sus opresores mucho más poderosos que él.

En los vv. 13-14 se habla del futuro asegurado. En ese entonces toda la población (jóvenes y ancianos) iba a gozarse de la vida social. El llanto y el duelo iban a ser transformados en gozo, cada uno tendrá consuelo para su dolor. En medio de esta transformación emocional y existencial, Dios anuncia una bendición especial para los sacerdotes y para el pueblo en general.

En los vv. 15–22, se nos habla del amor eterno del Señor. Para el pueblo judío, Raquel tiene un significado especial. La madre de José y Benjamín había muerto al dar a luz a su segundo hijo, pero aquí se la presenta llorando por sus hijos, todos los hijos de todos los siglos que habían perecido. Ahora, Jehová les aseguraba que su llanto iba a tener un final, que había esperanza en su porvenir (v. 17) y que él les va a llevar de nuevo a su tierra, van a regresar del exilio.

Dios afirma que ha escuchado la voz de los hijos de Raquel, a Efraín y los del Reino del Norte. Reconocen el castigo y la disciplina del Señor y su rebeldía contra él, pero ahora querían volver a su Dios. Tan pronto como se habían apartado de Dios se habían dado cuenta de que era una equivocación y estaban avergonzados. “Golpear el muslo” significa gran tristeza o duelo.

El v. 20 hace recordar los mismos sentimientos del Señor expresados en Oseas 11. Dios ama en una forma especial a Efraín. Tener que disciplinarla le había producido aún más amor. Estaba en su mente constantemente. Sin duda alguna iba a tener misericordia de él.

El retomo era tan seguro que Dios indica que deben levantar señales y poner los indicadores que les llevarán en el mismo camino por el cual fueron llevados al cautiverio.

En los vv. 23-26 se muestra el gozoso retorno de Judá. En los últimos versículos se había hablado de la restauración de Efraín, ahora se habla de la de Judá. La acción de la restauración es de Dios, como Jehová de los Ejércitos y Dios de Israel (v. 23). Él es todo poder, capaz de traerles del cautiverio y es su Dios, el Dios de amor eterno del pacto. No ha sido derrotado en la caída de Jerusalén ni en la destrucción de su templo. El retorno va a ser una realidad.

El v. 26 indica que todo lo que se había presentado hasta ese momento fue mostrado, como un sueño. Pero esto no indica que no iba a ser realidad, sino el futuro que Dios había presentado, todavía no realizado, pero real y gozoso.

Desde los vv. 27–30 se presenta una gran promesa para el futuro tanto de Israel como de Judá. En lugar de muerte y destrucción, habría nueva simiente, nueva vida. Dios afirma que había vigilado que el castigo dado se cumpliera totalmente y llegaría a su fin. Los pueblos no habían estado fuera de su atención, aun en su castigo habían tenido la vigilancia del Señor y de su palabra.

Ahora Dios iba a vigilar el cumplimiento de la bendición para su pueblo. El Señor iba a edificar y plantar. Israel y Judá iban a ser bendecidos, iban a ser saciados de las bendiciones del Señor, porque es su voluntad, y él iba a vigilar continuamente para su realización. Ya habían experimentado el terrible castigo por su abandono de Dios y su pacto; ahora iban a experimentar la bendición de esta nueva realidad.

En los vv. 31–34 se menciona el nuevo pacto establecido con su pueblo. El Señor les iba a restaurar de la cautividad (v. 23); les iba a salvar (vv. 10-11); les iba a sanar (33.6); les iba a reedificar (v. 38); les iba a hacer regocijarse (vv. 13-14); y les iba a dar la esperanza de un futuro seguro (v. 17). Todo esto iba a ser parte de los cambios que Dios quería dar a su pueblo.

El antiguo pacto había sido invalidado por el pueblo por su desobediencia al acuerdo que habían hecho con el Señor. Ellos habían abandonado a Jehová y habían seguido a otros dioses. Todo esto a pesar de que Dios les había llevado de la mano para sacarles de la esclavitud de Egipto y traerles a la tierra prometida; de haberse hecho su Señor y esposo. Una relación de intimidad, especial y duradera, pero ellos quebraron e invalidaron.

Este nuevo pacto iba a tener un cambio radical. En lugar de escribir las leyes en piedra, como en los días de Moisés, Dios iba a escribirlas en el corazón de ellos; iba a ser en su interior (su mente, su corazón) y sería eficaz en la transformación de la persona. También habría una motivación para obedecer las leyes de Dios, porque brotarían desde dentro de la persona. La meta del Señor demuestra el gran amor que él tenía para ellos: Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo (v. 33).

Como resultado de este nuevo pacto y la internalización de la ley de Dios, en el ser de la persona, no habría necesidad de compartir su fe el uno con el otro, porque todos iban a conocer a Jehová, desde la persona más insignificante hasta la persona más poderosa, desde el más joven al más anciano, hombres y mujeres, porque todos le conocerían. Es un conocimiento tan profundo que dará nueva vida a la persona. ¡Una visión maravillosa y abrumadora!

Dios termina la promesa de este nuevo pacto con el perdón duradero.  Una vez perdonado el pecado, Dios afirma: no me acordaré más de su pecado (v. 34). El nuevo pacto es una manifestación de la gracia y la misericordia del Señor. Es un acto de su soberanía y como resultado de su gran amor por su creación.

Esta promesa destaca enseñanzas de gran valor para el creyente:

  • a. El concepto del “pacto” indicaba un compromiso mutuo entre dos personas, en este caso entre Dios e Israel y Judá
  • b. La ley, la Torá, seguía siendo la misma, pero la motivación para obedecerla iba a ser distinta al ser “escrita” en el corazón de ellos. Ahora Dios iba a cambiar el corazón humano para que la persona pueda guardar el pacto.
  • c. Dios no está limitado por el pasado y sus fracasos. Él abre un futuro nuevo a los pueblos de Israel y Judá. No solamente iba a hacer un nuevo pacto con ellos, sino va a perdonar sus pecados y sus iniquidades.
  • d. Dios ofrece la oportunidad a todos de conocerle, a Jeremías y a cualquier creyente, tanto los de aquel entonces como los de la actualidad. Se revela como Jehová de la palabra. La palabra de Jehová era de suma importancia para Jeremías y lo es para todos los que quieren conocerle y dirigir su vida por sus enseñanzas.

En los vv. 35–37 Dios afirma su fidelidad para cumplir con las promesas que ha dicho a los largo de estos últimos capítulos. Había personas que creían que el exilio demostraba la debilidad de Dios. Pensaban que ellos no iban a poder recibir las bendiciones de la restauración ni del nuevo pacto porque Dios no podría cumplir sus promesas. Dios responde a esta duda con una afirmación de su constancia y fidelidad en la creación, usando su nombre Jehová de los Ejércitos. Afirma que es él quien ha creado y mantiene el funcionamiento del sol, la luna y el mar. Él es quien controla la naturaleza y puede cumplir con sus promesas de renovación y nueva vida para el pueblo.

La expresión que se usa en los vv. 36-37 de “si … entonces” es decir que mientras exista el universo habrá sol, luna y mar, de igual forma la relación con Dios y su pueblo continuará eternamente.

En los vv. 38–40 se expresa la promesa del futuro de bendición para Jerusalén. La ciudad que estaba en ruinas iba a ser reedificada. En este mensaje de esperanza se describen los límites de la ciudad de Jerusalén. Estos puntos iban a ser restaurados en los días de Nehemías. El valle de los cuerpos muertos y de la ceniza es tal vez el valle del hijo de Hinom, donde se sacrificaban niños en cultos paganos. Toda la ciudad iba a ser santa al Señor.

Este nuevo pacto describe una experiencia muy similar al nuevo nacimiento, en el que Dios toma la iniciativa. Cuando entregamos la vida a Dios, El, por su Espíritu Santo, pone en nosotros el deseo de obedecer, cuando transforma nuestro corazón.

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