Jeremias 28 - Ps. Jose Guerrero

La falsa profecía

Jeremias 28:15-16  Entonces dijo el profeta Jeremías al profeta Hananías: Ahora oye, Hananías: Jehová no te envió, y tú has hecho confiar en mentira a este pueblo. Por tanto, así ha dicho Jehová: He aquí que yo te quito de sobre la faz de la tierra; morirás en este año, porque hablaste rebelión contra Jehová.

En este capítulo se ve una de las confrontaciones más fuertes de un falso profeta contra uno verdadero. Ananías era el profeta en Gabaón, pueblo de la tribu de Benjamín, que era también territorio natal de Jeremías. Gabaón, a unos 8 km al noroeste de Jerusalén, era una de las fortalezas de Saúl y un santuario para el pueblo.

El nombre Ananías quiere decir “Jehová ha sido misericordioso”, y sus acciones y pronunciamientos reflejan su creencia en la misericordia del Señor. Sin embargo, él da un mensaje opuesto al que había dado Jeremías en el capítulo anterior. Este encuentro ocurre en el templo en presencia de los sacerdotes y el pueblo.

Ananías empieza su mensaje con las mismas palabras de Jeremías: Así ha dicho Jehová…, pero su mensaje era contrario al de Jeremías. Él creía que Jehová iba a restaurar a Judá. Los utensilios del templo iban a ser devueltos, junto al rey Joaquín que había salido al exilio en la primera deportación en 597 a.C. Además, iban a volver todos los judíos que habían sido llevados a Babilonia. La base para esta posición era que Jehová iba a romper el yugo de Babilonia.

Jeremías responde: ¡Así sea! (v. 6). Probablemente la respuesta de Jeremías era su deseo que Dios salvara a su pueblo. Hay que recordar que el mensaje que él había recibido del Señor no era de salvación sino de castigo. Sin embargo, Jeremías define quién es un profeta verdadero. (Deut. 18:15–21).

Jeremías reconoce que su mensaje es duro y el pueblo lo había rechazado, pero estaba convencido de que era la palabra del Señor. En un encuentro anterior con los falsos profetas, Dios enfatiza que el verdadero profeta es aquel que ha estado en el consejo secreto del Señor, que oye su mensaje y lo lleva al pueblo (22:18-22).

Jeremías sabía que ese privilegio implicaba aceptar la responsabilidad que Dios, cumpliendo su voluntad. La responsabilidad frente a Dios y con el pueblo era de advertirles sobre el castigo que vendría por el pecado y la infidelidad, y que Dios había escogido a Babilonia para llevar a cabo este castigo.

En el v. 10 se ve la acción simbólica de Ananías. Él quita el yugo del cuello de Jeremías, lo rompe y proclama que de esa manera Dios iba a quebrar el yugo de Babilonia en dos años. Seguramente el pueblo estaba más aliviado con este mensaje, ya habían escuchado a los encantadores, hechiceros y otros; que daban un mensaje semejante. El yugo que Jeremías había hecho y el mensaje que había dado en el cap. 27 fueron fácilmente quebrados por las manos y  palabras de Ananías.

Jeremías se fue por su camino (v. 11). ¿Estaba asustado? ¿Aceptaría el mensaje de los falsos profetas? ¿Esperaría otro momento para responder a Ananías y al pueblo? Las respuestas no se registran, pero Dios iba a dar la última palabra, y sería una palabra dura para Ananías.

El v. 13 da la respuesta precisa de Jehová a la acción de Ananías. No ha sido difícil romper el yugo de madera, pero Dios iba a cambiarlo por un yugo de hierro. Dios iba a poner un yugo de hierro sobre todas las naciones para que sirvan a Babilonia. No se puede cambiar o desviar el plan de Dios solamente con una acción simbólica y con un mensaje popular pero falso. Ananías había dado “buenas nuevas” al pueblo, pero eran “nuevas falsas” y Jehová iba a castigarle.

Para Ananías el mensaje fue directo y definitivo. Iba a morir ese mismo año porque estaba incitando a la rebelión contra Jehová. Dos meses más tarde Ananías muere. Verifique que el v. 1 indica que esta profecía de Jeremías ocurrió en el quinto mes, y el v. 17 menciona la muerte de Ananías en el séptimo mes.

Este capítulo y la confrontación entre Jeremías y Ananías son verdaderamente un conflicto sobre la verdad y la mentira, y quién es el verdadero profeta del Señor. Aún más, resalta la soberanía de Dios. En este capítulo se confirma que Jeremías era el verdadero profeta. Sus palabras sobre Ananías se habían cumplido. No había duda de que su profecía sobre Judá y las otras naciones tendría el mismo fin. 

Comentarios

Entradas populares