Jeremias 16 - Ps Jose Guerrero
"Espada, hambre y muerte"
Jer 16:4 De dolorosas enfermedades morirán; no serán plañidos ni enterrados; serán como estiércol sobre la faz de la tierra; con espada y con hambre serán consumidos, y sus cuerpos servirán de comida a las aves del cielo y a las bestias de la tierra.
Jeremías tuvo demasiados problemas y
dificultades personales que no tuvieron otros profetas (vv. 1-13). Dios le demanda no casarse y tener hijos e hijas. La explicación que Dios les da, es que todos iban a morir. No
habrá gente ni para llorar por ellos ni para sepultarlos ¡Es mejor no haber
nacido! Lo normal en esta cultura era que todo hombre se casaba y tenía su
familia. Esta era la única forma de tener un futuro y de ser recordado en los
años venideros.
Tal como los hijos de Isaías
y de Oseas tenían nombres específicos que hacían recordar al pueblo el mensaje
de Dios, el ver a Jeremías solo y sin el apoyo de una familia era un mensaje
vivo de lo que le esperaba a las familias de Judá por su infidelidad.
En el v. 5 Dios pone una
segunda demanda sobre su profeta: no puede llorar por los muertos, ni consolar
a los sobrevivientes porque el Señor ha quitado de ellos su paz, su compasión y
su misericordia. Estas palabras que se refieren al compromiso del pacto indican
que esta relación ya había terminado. Dios había esperado por años por un cambio en
la conducta de su pueblo, y no lo habían recibido. Ahora queda el castigo que
viene. Habría tantos muertos, grandes y pequeños, y no tendrán a nadie que les
sepulte y llore por su muerte. Otra vez, no había que dar ninguna manifestación
de dolor por su muerte.
El duelo se expresaba con
múltiples manifestaciones de consolidación con la familia. Así, otra vez, el
profeta es aislado de sus vecinos, y no puede cumplir ni con las exigencias más
simples de pertenecer a una comunidad.
En el v. 8 Dios pone una
tercera demanda sobre Jeremías: no puede gozarse con las fiestas familiares,
sentarse entre amigos, y comer y beber con ellos. Con esta demanda viene la
eliminación del gozo familiar y social, los eventos normales celebrados en la
familia, tales como el noviazgo y las bodas. El profeta queda totalmente
marginado de las relaciones más importantes en la sociedad.
Las tres preguntas del v. 10
demuestran la dureza del corazón del pueblo. Ni se dan cuenta de su pecado; ha
llegado a ser tan normal que ya no lo identifican como pecado. Aunque llaman a Jehová
“nuestro Dios” ni le conocen. La respuesta que Dios les da es que la maldad ha
venido desde los tiempos de sus antepasados quienes adoraron a los dioses
ajenos, y lo abandonaron a Él y a sus mandamientos. Y, peor aún, este pueblo se
ha endurecido tanto que cada uno va tras sus propios dioses, su propia
autonomía. Son peores que sus antepasados. Sienten que no había necesidad de
seguir a Jehová. Él era totalmente irrelevante para ellos.
El v. 13 empieza con la
respuesta del Señor: Por tanto, iban a ser llevados, arrojados al cautiverio,
donde tendrán una vida de servicio en una cultura totalmente distinta de lo que
habían conocido. Servirán a otros amos y a otros dioses, y allá no iban a
recibir la clemencia y el favor que Dios les había querido dar. El exilio iba a ser una realidad dura.
En los vv. 14- 21 se encuentran expresiones cortas de los juicios del Señor para su pueblo y para las otras
naciones. En todos ellos se ve que Jehová es el Dios del mañana tanto de Judá como
de todas las naciones.
En los vv. 14-15, el Señor en medio de los juicios tan duros, abre una palabra de esperanza, afirma que tal como llevó a su pueblo del cautiverio de Egipto, también iba a sacar a su pueblo del destierro en la tierra del norte (Babilonia) y de
las otras tierras de la diáspora. Iban a volver a la tierra que les había dado a
sus antepasados. En Isaías desde cap 40–55 muestra cómo Dios
oyó el sufrimiento de su pueblo en el exilio, y como actuó para traerlos a
la tierra prometida.
El hecho del éxodo había
sido el evento histórico de referencia para su pueblo. Cuando hablaban de su
identidad como pueblo siempre se referían al éxodo de Egipto donde Dios les
había sacado con su mano poderosa, brazo extendido. Ahora les promete que iba a
repetirlo al sacarlos del exilio y de la
diáspora, trayéndolos nuevamente a su adoración a Él. Esta promesa en medio de profecías tan duras, es un rayo de luz en la oscuridad. Lo malo es que parece que
los ciudadanos de Jerusalén ni se percataron de estas palabras.
Desde los vv. 16–18, otra vez se
vuelve al tema del castigo. Las figuras de pescadores y cazadores enfatizan la
totalidad del castigo venidero. Nadie iba a poder huir de su alcance. Estos se identifican como Egipto y Babilonia, quienes definitivamente iban a buscar su víctima.
Dios había visto la maldad de
su pueblo y ahora exige la retribución por la profanación de la tierra, su heredad.
La tierra tenía un significado especial para Dios y su pueblo, era su regalo a
ellos. Pero la habían profanado, tratándola como si no tuviera ninguna relación
con las promesas del Señor y su pacto. Ahora iban a
pagar el doble por su pecado.
Desde el vv. 19–21 se presenta un lenguaje de
adoración semejante al de Salmos, el profeta expresa su confianza en el
Señor, que es su fuerza y fortaleza, su refugio (Sal. 27:1) y
repite la visión de que todas las naciones vendrán a Él (Isa. 2). A la vez confiesa que el pueblo que había adorado a los ídolos, habían basado su adoración en la falsedad de sus dioses y que no les habían
aprovechado para nada. No tenían ningún valor. La pregunta y su respuesta en el v. 20 dan afirmación de la ineficacia de los dioses hechos
a mano. ¡No son dioses!
El v. 21 termina con una
palabra de juicio del Señor en la cual se da cuatro veces, el uso de la palabra
“conocer” o “saber”. Todo el mundo, incluyendo a Judá, iba a saber quién es Jehová.
Jehová Dios es Dios de todas
las naciones. Su amor para Israel y Judá no elimina su amor por las naciones y
su deseo ferviente de que todos vengan a él para que puedan aprender de él.
Dios es el que va a enseñarles, y de esta forma aprenderán a conocerle y
servirle
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