Jeremias 15 - Ps Jose Guerrero
Dios no tendrá compasión
Jeremias 15:6 Tú me dejaste, dice Jehová; te volviste atrás; por tanto, yo extenderé sobre ti mi mano y te destruiré; estoy cansado de arrepentirme.
Desde los vv. 1–9, se
presenta el juicio doloroso de Jehová sobre su pueblo. Comienza diciendo que si
vinieran Moisés y Samuel, los dos intercesores más incisivos de la Biblia, Él
no cambiaría sus planes. Ya no había esperanza, afirma "Échalos de mi
presencia, y que se vayan". En caso que pregunten hacia dónde ir, Dios da
una fuerte respuesta, dice en forma cuádruple: "muerte, espada, hambre y
cautividad", los temas usados repetidas veces por el profeta como
advertencia para este pueblo. Ya no hay más esperanza. El castigo iba a ser
completo.
Seguidamente, el profeta
emplea el simbolismo con “cuatro tipos de castigo”. En los vv. 3-4, se
presentan; la espada para matar, los perros para arrastrar, y las aves, para
devorar, y los animales para destruir. Va a ser un tiempo de espanto. Se
relaciona el castigo con las actos del rey malvado, Manasés (2 Rey. 21:10–16),
quien es visto como el prototipo del quebranto del pacto.
Los vv. 5–9 repiten el
juicio duro contra Jerusalén. Empieza con preguntas retóricas que esperan la
respuesta “nadie”. Puesto que repetidamente le han rechazado, ahora es Dios
quien Iba a extender su mano contra ellos: "Estoy cansado de tener
compasión."
En los vv. 6-7 se presentan
tres razones por las que Dios se había hartado de su rebelión: "me dejaste, te
volviste atrás (idolatría) y no se volvieron de sus caminos". Dios les
repite las formas en que iba a castigarles; "terror y destrucción" que iban a
entrar en todas sus casas. Una madre de siete hijos representa la imagen de la
bendición del Señor. Ahora, esa bendición se iba a tornar en lamento. Iban a
desfallecer por la muerte de sus hijos. Todo se había oscurecido, ella quedaría
avergonzada y humillada, con nadie para consolarla.
En los vv. 10–21 se
encuentra un fuerte lamento de Jeremías sobre su responsabilidad como profeta.
Estaba entre dos polos: había sido llamado por Dios para ser su vocero, y a su
vez quería interceder por su pueblo, que tanto amaba. Sabía que estaban en gran
peligro por su idolatría. A la vez, tenía que darle el mensaje de Dios,
llamándoles la atención por su pecado, su idolatría, su rechazo del Señor. Su
dolor era tan grande que se desesperaba.
Los vv. 10–14 son los versos
más angustiantes del libro. El profeta se lamenta por el día de su nacimiento.
"¡Hubiera sido mejor que no hubiera nacido!" Ya Dios le había indicado
que aun en el vientre de su madre le había consagrado para ser su profeta.
Jeremías afirma que hubiera sido mejor aún desde este momento, que no hubiera
llegado a nacer. Porque todo el pueblo le veía como hombre de contienda y
hombre de discordia, aunque no había peleado ni se había aprovechado de nadie.
En los vv. 13-14 el Señor
enfatiza de nuevo que Judá iba a ser castigado por los que vienen contra ella.
Enemigos que vienen con hierro y bronce. Dios les iba a entregar su pueblo a
ellos para ser castigado, una tierra que no conocían; su ira ardería contra su
pueblo. Jeremías iba a sufrir este desastre también con el pueblo.
Los vv. 15–21 se muestra la
intensidad de la petición del profeta por su pueblo; "acuérdate, visítame,
toma venganza de mis perseguidores, no sea yo arrebatado y termina con tú sabes
que por tu causa sufro la afrenta". El profeta estaba angustiado y se
identificaba con Jehová como la causa de su problema, usando la frase "tú lo
sabes" al empezar y al terminar su oración.
Como una razón para que Dios
le escuche, el profeta habla del gozo de oír y apropiar su palabra. Pero
menciona la otra cara de la moneda: por causa de su llamado no había podido
disfrutar y divertirse con otros de su edad. No había podido casarse, estaba solo,
nadie quería estar con él. La palabra indignación (v. 17) habla del rechazo de
parte del pueblo, porque había tenido que hablar del pecado y del castigo venidero.
En el v. 18 el profeta pidió
al Señor que no le fallara como los arroyos que se secaban en el verano. Habla
de enfermedad y herida incurable. ¿Dios no iba a curarle? ¿Iba a ser torrente
engañoso o aguas de las que no se puede confiar? Se manifiesta claramente el
lamento y la crisis del profeta: Había decidido que no se podía depender de Jehová. La depresión del
profeta era completa.
En los vv. 19–21 Dios
responde, pero no de la manera esperada. En lugar de una afirmación de la
relación entre ellos, Dios le pone condiciones a Jeremías si él iba a continuar
en su servicio. Tenía que arrepentirse (volver a Dios), entonces sería su portavoz.
Jeremías ya había declarado su lealtad e insistido en que su aislamiento del
pueblo, había sido por su fidelidad en llevar el mensaje del Señor. Pero Dios
demanda aún más fidelidad. Cuando se sea más fiel, entonces sus enemigos iban a
volver a él, y no él a ellos
Dios repite su compromiso
con el profeta, afirmando que sería como muro de bronce. En cualquier ataque no
iban a vencerle, porque Dios iba a estar con él. Le salvaría, libraría y
rescataría. Son palabras de salvación y liberación que Dios había usado con su
pueblo y ahora las estaba usando para comprometerse con su siervo. La queja de
Jeremías había encontrado respuesta. El Dios omnipotente iba a estar con él.
Tanto el Señor como su
profeta habían tenido que pagar un precio muy costoso por llevar este mensaje
tan duro: Dios, muy adolorido por el rechazo repetido de su pueblo y la
necesidad de castigarles; y Jeremías, el escogido por Dios, por tener que dar
este mensaje a sus compatriotas y por su rechazo continuo del mensaje y el
mensajero.
Hay tres lecciones
importantes en este pasaje: en la oración podemos revelarle a Dios nuestros
más profundos pensamientos; Dios espera que confiemos en El a pesar de las
circunstancias; y estamos aquí para influir en otros para Dios.
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