1Cor. 6.13-20 - Ps. Jose Guerrero

Glorificad a Dios en vuestro cuerpo.



1Co. 6:17  Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él.

Los vv. 9–11 dan la entrada para regresar al tema central de la moralidad sexual, el cual se seguirá desarrollando desde los vv. 13–20. Después de tratar los problemas del hombre incestuoso (5:1–13) y los litigios entre creyentes (6:1–11), Pablo pasa a hablar de la inmoralidad sexual en general, aunque la expresa como “prostitución”, actividad que en Corinto era vergonzosa.

Con el v. 12 Pablo introduce un patrón que repite en el resto de la carta. Cita varios eslóganes de los corintios, usándolos para hacer con ellos una importante enseñanza. Estas consignas corintias reflejan ciertas características: eran breves; reflejaban las creencias del sector libertino de la iglesia; eran de uso recurrente de Pablo, e inducían al error.

En el v. 12 cita dos veces el eslogan “Todo me está permitido”. Pablo hacía referencia a la libertad cristiana de la ley judía. El eslogan del v. 13 “Los alimentos son para el estómago y el estómago para los alimentos”, reflejaban la libertad a las leyes dietéticas judías. Por ello Pablo explica que los cristianos han de seguir sujetándose a principios morales, no porque hay que obedecer la ley mosaica, sino porque muchas cosas no son beneficiosas ni liberadoras.

En los vv. 13–14 Pablo hace referencia de que la comida y el estómago estaban hechos el uno para el otro. De igual manera el cuerpo y la satisfacción sexual se relacionan de manera idéntica. Tanto comer como tener relaciones sexuales parecían ser actividades limitadas a esta vida. 

Pablo afirma que NO, ya que los cuerpos resucitados que no tienen que comer no tendrán necesidad de estómago, sin embargo, habrá cuerpos de resurrección. De igual forma la inmoralidad sexual afecta a todo el cuerpo de un modo muy distinto a lo que sucede cuando comemos en exceso. Por ello, este cuerpo ha de ser dedicado al Señor en santidad y no a la impureza sexual

Los versículos 15–17 se trata como un silogismo (un argumento en tres partes con dos premisas y una conclusión): Los cuerpos de los cristianos son miembros de Cristo y las relaciones sexuales unen a dos seres humanos. Por consiguiente, mantener relaciones sexuales con una prostituta une a los miembros de Cristo con una prostituta.

Pablo expresa su total rechazo, al relacionar algo impuro como la prostitución con la perfecta santidad de Cristo. El elemento de la prostitución crea también la grotesca conexión entre el creyente y el acto que representa la más informal de las relaciones sexuales, peor aún, si esta es una relación sexual contratada.

Pablo reacciona contra esta monstruosa incompatibilidad con el enérgico mandamiento de “huir” de este pecado sexual, aludiendo a cualquier forma de contacto sexual entre dos individuos que no están unidos en matrimonio (v. 18).

Los vv. 19–20 traen de nuevo la imagen del templo y la santidad, al cuerpo del creyente. Precisamente porque el Espíritu de Dios habita en nosotros, somos templo de Dios, y nuestros cuerpos son sagrados. Y más: Cristo murió para salvar, no sólo una parte de la persona, sino toda la persona humana, alma y cuerpo. 

Cristo dio Su vida para darnos un alma redimida y un cuerpo puro. Por esa razón, un cristiano no tiene un cuerpo para hacer con él lo que quiera, sino que ese cuerpo pertenece a Cristo; así que cada cual debe usarlo, no para satisfacer su concupiscencia, sino para la gloria de Cristo.


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