1 Cor 7.1-16 - Ps. Jose Guerrero
Principios del matrimonio
En
los vv. 12–16, Pablo se dirige a los miembros de matrimonios mixtos. Entre
todos los nuevos convertidos de Corinto, habría sin duda muchas parejas en las
que solo se había convertido uno de los cónyuges. Algunos creyentes creían que
mantener relaciones sexuales con un no creyente les contaminaría
espiritualmente. Pablo no está de acuerdo con esta idea e insiste en que si el
cónyuge no creyente accede a seguir en la relación, el creyente no debe iniciar
el divorcio (vv. 12–13).
1 Cor. 7:2 pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido.
Con
este capítulo, comienza la segunda parte de la carta, donde Pablo trata asuntos
que los corintios le habían planteado por carta; preguntas sobre el matrimonio
(cap. 7), de comida ofrecida a los ídolos (8:1–11), problemas en la adoración
pública (11:2–14:40), de la resurrección (15) y la recaudación de ofrendas para
los cristianos de Judea (16:1–4). Los corintios le presentaron sus inquietudes,
y Pablo las responde a través de la carta.
El
apóstol coloca los problemas del matrimonio inmediatamente después del tema
sexual tratado anteriormente. Había un sector de la iglesia que abogaba por las
virtudes del celibato. (Ascetistas). Respecto
al celibato y matrimonio, Pablo subraya que los creyentes no deben apresurarse
para casarse. El equilibrio que presenta Pablo entre abandonarse sin restricciones
a las relaciones sexuales, y el de abstenerse, genera una posición intermedia
entre la tendencia de los judíos y el
matrimonio, y la posición griega
(gnóstica) al celibato.
Pablo
en el v. 1 afirma que ese eufemismo judío (grosería) “bueno para el hombre es no tocar
mujer” pudo haber salido de los mismos corintios. Es posible que ellos pensaran que
era aconsejable que los creyentes no tuvieran relaciones sexuales dentro del
matrimonio. Pablo desaprueba esto y, aunque recomienda el celibato, porque ve
en él mayor libertad para servir a Dios, enseña que la plena mutualidad de la
sexualidad es esencial dentro del matrimonio.
En
el v. 2 Pablo defiende la idea que la abstinencia sexual es inapropiada para las parejas casadas. La
frase “debe tener su propia esposa” significa que debe “tener relaciones
sexuales” con ella. Las expresiones “cada hombre” y “cada mujer” significan
“cada persona casada”. A los corintios les era fácil acceder a las prostitutas
y las amantes, por ello, los hombres que no tenían relaciones sexuales con sus
esposas, las buscarían a menudo en otra parte.
Los
vv. 3–7 presentan una aplicación de la respuesta de Pablo al grupo pro-celibato de Corinto. Los integrantes de
este grupo defendían una abstinencia total de las relaciones sexuales dentro
del matrimonio. Para Pablo las
relaciones sexuales entre maridos y esposas deberían ser lo suficientemente
frecuentes para que ninguno de los dos se sienta frustrado o tentado a engañar
al otro.
La
expresión “cumplir su deber conyugal” (v. 3) habla de “devolver lo que debe”.
La frase “el propio cuerpo” (v. 4) dice de que las personas casadas no
controlan ya sus cuerpos, sino que deben entregar a sus cónyuges su autoridad
sobre ellos. La expresión “no se nieguen el uno al otro” (v. 5) dice “dejen de
privar a la otra persona de aquello que es legítimamente suyo”. A esto se une la
expresión de Pablo en que ambos cónyuges, de común acuerdo, se abstienen de
mantener relaciones sexuales durante un tiempo limitado, a fin de centrarse en
la comunión con el Señor.
En aquel momento Pablo estaba soltero y contento de estarlo. A él le gustaría que todos pudieran compartir su satisfacción, pero entiende que solo algunos tienen este don, mientras que otros están dotados para el matrimonio. (v. 7)
En aquel momento Pablo estaba soltero y contento de estarlo. A él le gustaría que todos pudieran compartir su satisfacción, pero entiende que solo algunos tienen este don, mientras que otros están dotados para el matrimonio. (v. 7)
En
los vv. 8–9, Pablo deja de dirigirse a los que están casados en aquel momento y
pasa a ocuparse de quienes lo estuvieron (v. 8). Naturalmente, los pro-celibato
estarían diciéndole a viudos y viudas que no volvieran a casarse. Pablo afirma
de nuevo que este podría ser una buena acción, siempre que no conduzca a la
inmoralidad sexual.
En
los vv. 10–16, Pablo vuelve a dirigirse a quienes están casados, pero ahora lo
hace en vista de una propuesta distinta de parte de los ascetistas. La fracción
pro-celibato animaba al divorcio si el cónyuge no accedía a abstenerse de las
relaciones sexuales y más si no era creyente.
Pablo se distancia drásticamente de este grupo. Solo cuando un cónyuge no creyente abandona al cristiano puede Pablo autorizar tal ruptura (vv. 15–16).
Pablo se distancia drásticamente de este grupo. Solo cuando un cónyuge no creyente abandona al cristiano puede Pablo autorizar tal ruptura (vv. 15–16).
Los
vv. 10–11 están dirigidos a aquellos matrimonios en que ambos cónyuges son
creyentes. Pablo afirma: “no yo sino el Señor” (v. 10) se refiere a las
palabras de Jesús de Mr. 10:11–12. Se refiere a quienes ya están divorciados y no
deben volver a casarse, para dejar la puerta abierta a una posible
reconciliación con sus cónyuges.
En
la antigüedad, el hombre tenía el derecho legal de divorciarse de su esposa,
mientras que a la mujer no le quedaba, frecuentemente, otra opción que
abandonar el matrimonio. Sin embargo, algunos creyentes debieron sentir que
estar casados con un incrédulo los contaminaba de algún modo. Sin embargo, lo
cierto es todo lo contrario.
En el v. 14, Pablo presenta las razones
de su insistencia en preservar el matrimonio: "el que un miembro de la familia
siga al Señor genera bendiciones indirectas para su cónyuge no cristiano y para sus hijos". Aplica los términos “santificado” y “santo” que no significan “salvos”, como lo señala el v. 16, sino que se refiere al “impacto
moral y espiritual de la vida del creyente” en el resto de su familia.
Sin embargo, la tensión producida
por uno de los miembros de un matrimonio que profesaba lealtad a Cristo, pero
en ocasiones demostraba ser “excesiva” frente a su cónyuge no cristiano. Si tal
persona decidía divorciarse de su pareja, el cónyuge cristiano no estaba
obligado, a intentar impedir la separación (v. 15). En tal caso, el creyente no
debía hacer nada para impedirlo. La expresión: “Dios nos ha llamado a vivir en
paz” es una razón por la que Pablo concede su permiso para que el no creyente
abandone su relación.
La idea que el cónyuge que
no es creyente es dedicado por medio del que sí es creyente, nos da esperanza
de su salvación. Los dos han llegado a ser una sola carne, y lo importante es
que la oscuridad no lo contagia, sino la gracia del Evangelio que se comparte
puede darle la victoria. Recordemos que el propósito de Pablo
al escribir estas palabras fue resaltar que las parejas casadas buscaran la
unidad y no su separación.
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