Jeremías 2 - Ps Jose Guerrero
Cuando abandonamos a Dios
Jeremías 2:13 Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.
Este cap. presenta la
analogía del matrimonio en contraste del amor de Dios para con Israel y el amor
de este pueblo por otros dioses, revelando su infidelidad. (vv. 1.2) Quizás nos
sintamos tentados a buscar la seguridad en las posesiones, en la gente o en
nuestras habilidades, pero todo esto fallará. No existe seguridad duradera
aparte de nuestro eterno Dios.
En el v. 2 muestra la
importancia de la fidelidad a un compromiso y la desilusión por no cumplir una
promesa. A Dios le complació cuando su pueblo lo obedeció al principio, pero se
contrarió cuando se negaron a cumplir su compromiso. Las tentaciones nos
distraen de Dios.
La primicia de la cosecha se
separaba para Dios (v.3). Israel había dedicado su vida a Dios, ansiaba
complacerlo como si fuera su joven esposa, un pueblo santo. Pero esto no fue así
en los tiempos de Jeremías.
Del vv. 4-8, el profeta hace
un recuento de la historia de Israel. Le recordó la historia al pueblo, la
fidelidad de Dios; su amor hacia ellos; y aquel tiempo en que estuvieron cerca de Él.
Dios decía que aun las
naciones paganas como Quitim y Cedar, permanecieron leales a sus dioses
nacionales. Pero Israel abandonó al único Dios verdadero por un objeto indigno
de adoración. (v. 10)
En el v. 13, el profeta
compara la infidelidad de Israel, como cisternas rotas (pozo donde se recogía
el agua de lluvia) al dejar a un lado la fuente de agua viva, cuando adoraban
otros dioses. El pueblo construyó sistemas religiosos para almacenar la verdad,
pero no tenían valor alguno.
Los vv. 16-17 El profeta predice
la futura invasión del faraón Necao en 609 a.C., cuando moriría el rey Josías
de Judá. Jeremías quiso señalar que todo esto vendría como resultado del pueblo
al rebelarse contra Dios.
En el v. 22 menciona como
Israel tenía manchas que no podían limpiarse, ni siquiera con los limpiadores
más fuertes. La purificación espiritual debía ir hasta el corazón y este
trabajo solo lo puede hacer Dios. No podemos pasar por alto los efectos del
pecado y esperar que desaparezcan. El pecado nos produce una profunda mancha
que solo Dios puede quitar.
De
los vv. 23-27 el profeta compara al pueblo con animales que buscan pareja en
tiempos de celo. Con desenfreno, corren hacia el poder, el dinero, las alianzas
con países extranjeras y a otros dioses. Los ídolos no buscan a nadie. La gente
busca a los ídolos y luego corre con ligereza en pos de ellos, luego se sienten
tan cómodos en su pecado que no pueden pensar en renunciar a ello.
El v. 30 muestra las dificultades del ministerio de profeta en esos
tiempos. Los profetas tenían que criticar las
políticas de reyes malvados y esto los hacía parecer traidores. Los reyes
odiaban a los profetas por levantarse en contra de sus políticas, y el pueblo los odiaba por predicar en contra de sus estilos idólatras
de vida.
En los vv. 31-32 muestra como el pueblo de Israel se había olvidado de Dios al
centrar sus afectos en los encantos del mundo. Recordemos que mientras más nos concentremos en
los placeres del mundo, más fácil resultará que nos olvidemos de la protección,
el amor, la fidelidad y de Dios mismo.
El v. 36 el profeta alerta de que Dios no está en contra
de las alianzas ni de las sociedades de trabajo, sino de que
la gente confíe en otros para recibir la ayuda que solo debe venir de El.
Este era el gran problema en los tiempos de Jeremías. Después de los días de David y
Salomón, Israel se dividió debido a que los líderes buscaron la ayuda de otras
naciones y dioses y no del verdadero Dios. Jugaron políticas de poder, pensando
que sus vecinos fuertes los protegerían. Pero Judá pronto aprendería que esta
alianza con Egipto sería tan desalentadora como su antigua alianza con Asiria.
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