Devocional 25 julio - Juan Calvino
Del arrepentimiento y del
nuevo nacimiento
Ahora nos es fácil comprender por qué el arrepentimiento está siempre unido a la fe cristiana, y por qué el Señor afirma que nadie puede entrar en el Reino de los cielos sin haber nacido otra vez.
Mateo 4:17 Desde
entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de
los cielos se ha acercado.
Ahora nos es fácil comprender por qué el arrepentimiento está siempre unido a la fe cristiana, y por qué el Señor afirma que nadie puede entrar en el Reino de los cielos sin haber nacido otra vez.
El arrepentimiento es esta
conversión por la que, abandonando la perversidad de este mundo, volvemos al
camino del Señor. Y como Cristo no es ministro del pecado, nos purifica de las
manchas del pecado, y nos reviste de la participación en su justicia; pero no
para que profanemos en seguida una tan grande gracia con nuevas faltas, sino
para que consagremos el porvenir de nuestra vida a la gloria del Padre que nos
ha adoptado por hijos suyos.
La realización de este
arrepentimiento depende de nuestro nuevo nacimiento y comprende dos partes: la
mortificación de nuestra carne (es decir, de la corrupción que es engendrada
con nosotros), y la vivificación espiritual por la cual la naturaleza humana es
restaurada en su integridad.
El sentido de nuestra vida
está en que, muertos al pecado y a nosotros mismos, vivamos para Cristo y para
su justicia. Y como este renacimiento no se consuma mientras estemos
prisioneros de
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