Devocional 21 julio - Luis Cano

Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis


Y volviéndose los discípulos, les dijo aparte: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis (Lucas 10:23).

Es verdad, Señor, ¡cómo me habría gustado ver lo que ellos vieron y haberte oído como ellos te oyeron! No solo era que los espíritus se les sujetaran en tu nombre (v. 17) o que hombres y mujeres fueran liberados de posesiones demoniacas o que aceptaban y creían que el reino de Dios se había acercado (vv. 9, 11), es decir tú, que para eso fueron enviados. 

Era, sobre todo, que te conocieron a ti, teniendo todas las cosas en tus manos (v. 22), mostrando las grandes señales que hiciste ante ellos y los sorprendentes mensajes que pudieron oír directamente.

Pero en verdad, Señor, que no los envidio. Yo también veo, mi fe no es ciega, es razonada y lógica. Ante mí se muestran tus obras por medio de tus testigos y me convences. Los evangelios, y este evangelio en particular hoy, me muestra con gran calidad la grandeza de tu persona y no me deja otra opción que caer a tus pies y decir que no hay otro como tú, en verdad tú eres la verdadera revelación del Padre (v. 21) (Hb. 1:1-2). Conociéndote a ti, no hay límite a lo que pueda descubrir, aunque no tenga ya necesidad de ellos.

Bendito de mí que, habiendo sido ciego, ahora veo (Jn. 9:25) (4:8) y te veo y descubro de tal forma que solo quiero poner mi mirada en ti (Hb. 12:2).

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