Isaías 6 - Ps. Jose Guerrero

La pureza de Dios, la impureza del hombre
Isaías 6.5  Entonces dije: “¡Ay de mí que soy muerto!,  porque siendo hombre inmundo de labios y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.”

Esta expresión registra el terror que corrió por las venas de Isaías, al percatarse que estaba frente al altar del gran trono blanco, un predicador pecaminoso, un predicador imperfecto, entre un pueblo pecador e imperfecto, era una señal clara de juicio.

El profeta reconocía su estado espiritual y sabía el desenlace de una persona pecadora  estando al frente de un Dios Santo, Santo y Santo. El Señor no solo limpio su impureza, sino que lo revistió de santidad, suficiente para hablar delante de Él sin temor alguno. Luego como con una llaga en el labio, Isaías permaneció en silencio ante Dios. De eso se trata la purificación espiritual, como preparación previa para el servicio especial al Señor.

¿Señor cuál es mi situación? ¿He entendido mi responsabilidad en el servicio? ¿Cuando en tu presencia he presentando fuego extraño? ¿Soy un adorador en espíritu y verdad? ¡Señor solo Tú lo sabes!

Ayúdame a entender el estar en tu presencia, Ayúdame Señor, soy, soy un gran pecador, con muchas otras formas, particularmente por mis labios. Soy una rama inmunda de un árbol inmundo; Además de mi propia impureza, tanto por mis omisiones como por lo hecho, me he involucrado en la culpa de mis pecados. Pero he visto a este Dios glorioso y Santo, y me da miedo de que vaya a ser reprobado.



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