Devocional 26 de febrero – Luis Cano
Señor, Tú eres y serás el
gozo infinito del cielo.
Porque en la resurrección ni
se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el
cielo. Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.
Dios no es Dios de muertos, sino de vivos (Mateo 22:30-32).
Quisiera pensar más en el
cielo de lo que lo hago, y pensar en él, pero no con mente terrenal.
Me lleno de tantas
preocupaciones y de tantas ocupaciones que me olvido del lugar al que
correspondo, que yo ya no soy de aquí. Y cuando ocurre que añoro y pienso en
ese lugar, en tu casa, en la morada preparada para mí (Jn.
14:2), lo hago con una mente y unos sentimientos demasiado terrenales.
Si, debo de recordar, que en
el cielo no se darán los placeres que aquí se dan, que la felicidad no
descansará en relaciones humanas o placeres físicos, sino en ti, que tú,
Señor, serás la fuente de mi felicidad y placer y que superarás los
límites que aquí tengo. Que el gozo que darás a mi alma no será de unos
instantes, ni de muchos instantes, sino constante e infinito.
Sé, debo de recordar también
que tú eres Dios de vivos, que no solo seré un alma con placer, sino un cuerpo,
un ser con gozo.
¿Cómo seré yo en tu cielo
para poder contener todo el bien que tú podrás darme? Esta es mi gloriosa
incógnita que me satisface en este día.
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